12.5.15

UN ENIGMA AMAPOLO
por Rodolfo (New Jersey)

"Recuerdo como si fuera hoy mismo cuando mi papá me llevó a pescar por primera vez; tenía alrededor de 4 años y medio, todavía no había empezado pre-escolar. Debió de haber sido un sábado o un domingo porque eran los únicos días que mi papá no trabajaba. Recuerdo que me dijo que tenía una idea de lo que era pescar pero nunca pensé que me iba a dar tan fuerte. Me acuerdo de que cogió una aguja de coser y la puso a calentar en el fogón y cuando estaba roja le doblo la punta y cogimos un hilo fuerte de coser blanco; nos dirigimos a casa de mi abuela porque en el patio habían lombrices de tierra al lado de la cisterna, De ahí nos fuimos para un rio que le decían o le dicen Torrentera ―bueno lo que queda de él. No me acuerdo si fuimos caminando o en la bicicleta pero creo que fue en bicicleta porque no hubiera caminado todo ese tramo sin que mi papa me cargara... Le amarramos el hilo a un palito largo y flexible, pusimos una lombriz y lo tiramos en una cañadita pequeña y recuerdo vivamente como me dijo: “Cuando sientas que lo halan levántalo”. Y así fue, era uno tras otro, uno tras otro, y esa misma emoción es la que siento hasta el día de hoy cuando cojo un pescado no importa el tamaño ni si es una claria un guajacón mientras lo coja con pita y anzuelo es la misma emoción...”
Yo soy de Banes, Holguín; nosotros le decimos amapolo y este fue mis primer pez, del que cojimos muchos ese día. Si alguien me puede decir el nombre del pez en sus zonas”.

L
a cuestión de los nombres vulgares suele en algunas ocasiones confundirnos a los pescadores... Pero antes del dilema técnico, fijémonos, con toda  sinceridad, como se parece la vivencia de Rodolfo, que ahora reside en New Jersey, a las que muchos podemos contar de nuestros inicios en la pesca, y que constituye precisamente uno de los valores de esta afición nuestra. Y es de ese mismo modo que, cuando el tiempo nos pone en circunstancia, somos los proveedores de esas experiencias para los muchachos que nos siguen en la vida, hijos, nietos, amigos de los hijos y nietos... Y es parte de esa cadena de aprendizaje y de afectividad el hallazgo, diríase que continuo, de enigmas en las sesiones de pesca, un pez, un árbol, la picada de un insecto... ese proceso es justamente el que crea la empatía con el paisaje que todo amante de la naturaleza incorpora a su personalidad y nos convierte en individuos sensibles, con sentido de pertenencia hacia los lugares donde estuvimos. Tal es, sus palabras lo expresan, el sentimiento que Rodolfo lleva al expandir en sus años su experiencia del mundo, del sitio adonde estuvo por primera vez de pesca con su padre.

E
l amapolo, dicho sin adornos, fue todo un desconcierto. Tal vez por la simple razón de que crecimos al occidente de la Isla de Cuba y ese es motivo suficiente para que se ponga de relieve una marcada diversidad del lenguaje cubano. La intriga, como es natural, sirvió para unas cuantas consultas en vivo y en material documental, que nos llevó a resultados muy ciertos. Se envió un mensaje de correo electrónico al poeta Moisés Mayán, colaborador de CUBANOS DE PESCA desde la ciudad de Holguín y un aficionado como usted y como yo. Él dijo enseguida: “Estimado Ismael, yo en particular, que claro está tampoco soy un
conocedor experimentado de nuestras especies fluviales, nunca había
visto ese pez, ciertamente parece una suerte de guabina, recuerdas el
mafo?, pero no sabría definir... Ahora ya estoy motivado para
perseguir su rastro entre los viejos pescadores del barrio, lo
importante es que tenemos la foto, me llama la atención que al parecer
tiene una suerte de ocelo azuloso cerca de la cabeza, como poseen
algunas especies de clícidos, pero la disposición de las aletas
dorsales son muy similares a las de la trucha, un verdadero misterio
. El domingo pasado fui finalmente de pesquería, aunque no estuvo a la altura de lo que esperamos, capturé 16 tilapias albinas que no estaban nada mal, otras veintitantas que nosotros
llamamos de mancha, 4 guabinas y una biajaca, pero las ansias todavía
no se me agotan.
Cuando envié la foto al amigo me hice la idea de que en aquella provincia reconocerían el pez enseguida, porque la cuestión de los nombres locales tiene un asidero muy fuerte en la memoria de las gentes. Con la respuesta del amigo Mayán, quedo pensando si la memoria de Rodolfo le confunde el nombre, y al instante percibo que él mismo está preguntando por una identificación. Había enviado mensaje a unos acuaristas a quienes no contactaba hacía años, pero no tenía respuesta. La foto, muy bien hecha, parece de acuario y es nada antigua, sella la duda. Hasta ahí venía el desconcierto, cuando los tres tomos de la Ictiología cubana de Felipe Poey destellaron desde su cubierta de intenso naranja desde el librero ― ¿Por qué no?― y en las páginas 579 y 580 del tomo segundo los datos sugieren que puede tratarse de la Guabina-Mapo (Dormitator omocyaneus). Las láminas 316 y 317 del Atlas correspondiente a esta obra muestran un perfil que coincide con la ilustración y vean lo que dice la descripción de la especie:
“El color general es pardo violado con espacios o fajas amarillentas; la región humeral presenta siempre una mancha azul intensa rodeada de verde. La orilla de las aletas medianas es roja o blanca. La membrana branquióstega es negra. El ojo variado”. Luego el sabio nos envía desde el siglo XIX esta recomendación: “Esta especie debe ser estudiada con cuidado, porque presenta variedades que, si fueran constantes, podrían constituir especies (...)”. Los ejemplares adultos examinados por Poey medían a lo sumo 200 mm, lo que acerca también la posibilidad a que sea esta la especie, pues la descripción de nuestro remitente, que los recuerda “como de 6 pulgadas”.

Nunca lo habíamos visto, ciertamente, y ahora que los recuerdos compartidos de Rodolfo nos lo descubren, quedamos pensando si será una de esas especies que han ido mermando en abundancia, si estará esperando protección. En todo caso, entre los que lean esta página alguno habrá que pregunte, que le busque el día de asueto dedicado a la pesca, que indague incluso si tiene aquel florido nombre que llega en la memoria de un muchacho que fue por primera vez a pescar con su padre, o le llaman de otras formas en otras partes. Y así, puede que de este modo estemos andando a darle a Poey también una respuesta. 

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