26.4.10

Bajo la mirada de los ictiólogos.
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Muy dura halló el genial Felipe Poey que era la vida de la Viajaca, porque el pez, “muy común y voraz”, no muere ni siquiera en el fango ya seco. Culto, enamorado de su país y apasionado biólogo, el autor de la Ictiología Cubana no desestima detalle de la más frecuente y humilde de las especies de peces cubanos, a los que sus notas demuestran que ha tenido en sus manos.

En la Ictiología Cubana, obra que en 1883 le premian al cubano Felipe Poey y Aloy en la Exposición Internacional Colonial y de Exportación General de Ámsterdam, la biajaca criolla, o Viajaca, como le llama el autor, aparece identificada con el nombre científico de Acara fusco-maculata, aunque en obras anteriores (14) Poey la clasificaba como Nandopsis tetracanthus, que es el nombre científico que últimamente publican para la especie sitios especializados como FishBase, si bien permanece en uso Cichlasoma tetracanthus, que es la identificación sistemática que hallaremos en las publicaciones cubanas. Según el sitio Cichlidae.com, el género Nandopsis fue creado en 1862 por Gill para ubicar la especie fluvial cubana, que Valenciennes había clasificado tres décadas atrás como Centrarchus tetracanthus. Al respecto, Poey aclara: “Valenciennes solo conoció esta especie por uno de mis dibujos, muy antiguo, y lo tomó por un Centrarchus”. Por este motivo, decide usar la clasificación propuesta por Guichenot en la obra de don Ramón de la Sagra, Historia física, política y natural de la isla de Cuba.

Luis Howell Rivero y Luis René Rivas resumen así sus principales caracteres: Cabeza grande, su longitud más de la tercera parte de la longitud del pez hasta la base de la aleta caudal. Boca terminal, pero la mandíbula inferior, por lo general proyectante. Longitud del maxilar más de la tercera parte de la longitud de la cabeza. Escamas del cachete pequeñas, en seis u ocho hileras. Aletas dorsal y anal simple no tan filamentosos sus extremos, aunque algunas veces muy largas, no llegan al extremo de la caudal. Aleta anal con solamente cuatro radios espinosos. Aleta ventral blanquecina en los jóvenes, en ocasiones muy oscuras en los adultos; no llega al ano y mucho menos al nacimiento de la aleta anal; su longitud es generalmente de ½ a 2 tercios la longitud de la cabeza.

El patrón de coloración de la biajaca criolla aun podría ser susceptible de precisiones. Poey, en la descripción de los ejemplares que ilustra en el Atlas de su Ictiología Cubana, dice de uno: “Dorso verdoso, costados blanquecinos”; del otro: “Negruzco, poco intenso”, y del tercero: “Azuloso, vientre blanquecino. Las manchas y las fajas verticales son negras en todas las láminas”. Y “Otro individuo. Color violado; cabeza verde por encima, azul a los lados”. Las hembras, en la etapa reproductiva, se reconocen por el intenso ennegrecimiento de sus manchas, mientras los juveniles llevan como insignia una mancha caudal bastante visible.

Tomamos de Federico Gómez de la Maza, en la sección “Peces Cubanos” de la revista Mar y Pesca, esta detallada descripción de la coloración de la especie: “El color general es carmelitoso; cada escama tiene una manchita carmelita oscura en la base, y esas manchas forman series longitudinales; en las márgenes del preopérculo hay varias manchas similares hay varias manchas similares; dos manchas carmelita oscuro en la axila de la pectoral, una superior y la otra inferior; en la aleta dorsal hay manchas carmelita borrosas y las otras aletas no tienen manchas; hay 4 bandas color carmelita oscuro bien marcadas en la cabeza, la primera del margen posterior del ojo al ángulo del opérculo, la segunda junto al borde inferior del ojo, la tercera sobre el ángulo de la boca y la cuarta un poco debajo de ésta; las últimas tres se extienden sobre los opérculos; las aletas dorsal, anal y caudal tienen grandes manchas oscuras” (15)

Las biajacas muestran un comportamiento característico durante la fase reproductiva: “Cuando la hembra está a punto de poner, se refugia en un rincón del río o del estanque, donde desova. El macho está siempre a su lado, que no abandona; fecunda a sus huevos y defiende a los pequeños y a la madre. La masa desovada ocupa al principio poco espacio, pero se extiende a medida que los pequeños crecen. Estos cambia de lugar y huyen todos a la vez, poniéndose de este modo a cubierto del ataque de los Gambúsidos (Ciprinodontes del género Gambusia) (16) que les hacen la guerra con encarnizamiento, pero el padre y la madre los defienden con ardor y muchas Gambusias perecen allí, no sin haber destruido gran número de jóvenes viajacas. Su tamaño ordinario es de 10 a 12 pulgadas. Se transportan con facilidad en cubas, para poblar los estanques” (17).

Vilaró plantea que el desove ocurre de abril a junio, mientras Pérez y Duarte (18) hallaron un siglo después que la temporada reproductiva se extiende de marzo a septiembre, aunque con mayor intensidad entre marzo y junio, lo cual podría estarnos indicando que en un tiempo biológico relativamente corto el endémico cubano ha estado ajustando su proceso reproductivo para salvar con éxito una de las dificultades que afronta con la llegada de otro cíclido.

“La hembra no se separa de su nidada y salida á luz la prole, la acompaña siempre y defiende de sus enemigos. Los Guajacones particularmente, se encarnizan con las recién nacidas, sin dejarlas á sol ni á sombra; saliéndose no pocas veces con la suya, aunque las más pagan con la vida su intento. Es de ver en el trance á la Biajaca, cómo yergue (sic) y despliega sus radios dorsales, abiertas las branquias, avisora, fosca, valerosa, lo mismo que una gallina sacada” (19).

“Las especies que protegen su puesta y progenie, en general son de poca fecundidad –cita Vergara a Nicolskii-. Esta protección es prolongada en Cichlasoma tetracanthum, cuyos huevos, relativamente pequeños, son depositados en un nido rudimentario. Las hembras de esta especie –de acuerdo con Prokes- pueden ya desovar al cabo de los 5 meses después de la eclosión y que el número de machos se incrementa con el crecimiento (razón sexual 1:1 hasta los 100 mm, en que se torna 3:1 con 90 % de la población). La primera característica apunta un corto tiempo de desarrollo, mientras que la segunda representa un mecanismo de control de la densidad de población y es factor indicador de una vida reproductiva de larga duración” (20).

“Decididamente carnívoro” -dicen Howell y Rivas al comentar la alimentación de nuestro cíclido-, “gustándole mucho la lombriz corriente que es la carnada típica usada por los pescadores, pero también persigue y hasta con cierta preferencia, a los ‘guajacones’ de todos tamaños, así como a otros peces de río, como los ‘mapos’ pequeños” (21). También come langostinos, jaibas chicas y demás crustáceos de agua dulce, y muchos insectos.

Los guajacones, o sea, los peces del género Ciprinodontes que Poey menciona, serían el alimento natural de la biajaca criolla, aunque también consume vegetales, como “el fruto maduro de la Palma Real”, que los cubanos comúnmente nombramos palmiche y ha sido utilizado en una ingeniosa técnica para la pesca deportiva de esta especie con la denominada vara criolla. Investigaciones realizadas en la Laguna del Tesoro, Matanzas, en 1978, mostraron que en el contenido estomacal de 31 biajacas estudiadas se halló una elevada proporción de caracoles de la familia Thiaridae, así como Cladóceros y restos de crustáceos (22).

Ricardo Vergara, uno de los biólogos que más esmero puso en su vida en el estudio de la ictiofauna dulceacuícola cubana, subrayó la tendencia de Cichlasoma tetracanthum hacia una dieta generalizada (23), como parte de las estrategias de adaptación de la especie a áreas extensas dentro del archipiélago con una gran diversidad de nichos ecológicos, ante eventos climáticos impredecibles, para resistir los más extremos de los cuales ha tenido que adquirir la capacidad de resistir la sequía embebida en el lodo del fondo de los acuatorios.


NOTAS:
14- Synopsis Piscium Cubensis, de 1868, y en Enumeratio Piscium Cubensis, publicada en 1876.

15- Mar y Pesca, La Habana, No. 16, enero de 1967. Sección “Peces Cubanos”. Viajaca

16- Se refiere a los guajacones, pequeños peces de las aguas dulces de Cuba. “Es la especie que más cruda guerra hace a las viajacas recién nacidas, a pesar de la vigilancia de la madre”, dice el sabio.

17- Poey y Aloy, Felipe, Ictiología Cubana, Volumen II, páginas 685-687.

18- Pérez Martínez, Armando de la C. y Roberto G. Duarte Escobar, Informe técnico del logro Repoblación de embalses con biajaca, Instituto de Ecología y Sistemática, Ciudad de La Habana, julio 1990. Ejemplar mecanografiado.

19- Vilaró Díaz, Juan, Algo sobre peces de Cuba con cierta extensión a los de Puerto Rico y los Estados Unidos. Imprenta de A. Álvarez y Compañía, La Habana, 1893.

20-Vergara R(odríguez), Ricardo: Desarrollo evolutivo de la ictiofauna dulceacuícola cubana con especiales referencias a los ciprinodontiformes. Editorial Academia, La Habana, 1992, páginas 55-56.

21- Howell y Rivas, Op. Cit, , tomo 1, página 228.

22- Cuba. Instituto Nacional del Turismo (INTUR), Centro de Investigaciones Turísticas. Investigación de la trucha. Laguna del Tesoro. Informe parcial, mayo 1978, página 21.

23-Vergara, Ricardo: Principales características de la ictiofauna dulceacuícola cubana. Información adicional I. Editorial Academia, La Habana, 1992, página 21.


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