Cíclido vs. Cíclido.
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La biajaca criolla es mencionada entre las especies seleccionadas para fomentar las poblaciones de peces de los acuatorios cubanos, a partir de la creación en 1959 del Centro de Recría Ictiológica y Repoblación Fluvial atendido por las fuerzas armadas en la estación de El Dique, próxima al poblado del Cotorro (4). De la intención apenas ha quedado rastro, pues bien pronto al anzuelo de los pescadores de orilla acudían en masiva proporción peces ajenos a estas aguas.
Además de los cambios que introdujo en el hábitat de la especie la intensificación del represamiento de los ríos durante el último medio siglo, también con el desarrollo alcanzado por la acuicultura cubana a partir de la década de los sesenta, la biajaca criolla fue impactada por nuevas interacciones ecológicas con las especies introducidas y por la práctica de la pesca comercial. Para sustentar la supervivencia del endémico cubano en estas circunstancias, Pérez y Duarte propusieron la cría artificial de biajacas y su explotación comercial.
La estrategia de los investigadores pretendía salvar la principal desventaja de la biajaca criolla frente a un nuevo invasor, la tilapia, de mayor talla y perteneciente a la misma familia zoológica, los cíclidos. Aunque en apariencia no presentaban conflictos en el aspecto alimentario –no consumen los mismos alimentos ni, al parecer, se depredan una a otra- el parentesco mostraba un costado negativo por la coincidencia en época y sustrato reproductivo, en lo cual la biajaca resultaba desplazada por su más fuerte contrincante, la que además era sistemáticamente repoblada.
“Los juveniles de tilapia y las pandillas de solfishes se comen las crías de biajaca, de trucha, de ellos mismos y de cualquiera que le caiga cerca, pero las culpas por la depredación se las echamos siempre a la trucha”, aseveraba con ironía un viejo guía de pesca del Hanabanilla durante una competencia internacional en 1998 (5). Mientras tanto, no se cuenta con evidencia respecto a la potencial hibridación entre el cíclido local y el importado, aunque tal sospecha ha sido expresada.
“Las mismas características que permiten justificar su cultivo [...], las convierten en organismos con un enorme potencial para competir exitosamente con especies nativas”, señalaba en 2004 la Revista Chilena de Historia Natural acerca de las diversas especies de tilapias cultivadas. La siembra de 800 ejemplares en la Laguna de los Patos, en el oriente de Venezuela, produjo en poco más de una década la reducción del número de especies de la ictiofauna local de 23 a 10.
El trabajo experimental permitió demostrar que nuestra biajaca alcanzaba en alrededor de un año el peso de 230 gramos, considerado comercial para la tilapia, con la ventaja de que cumplida esa edad ya la especie endémica había desovado al menos una vez, garantizando la reproducción. Para la producción de juveniles, los investigadores del Instituto de Ecología y Sistemática concibieron una biotécnica poco costosa, con estanques de nueve por tres metros de superficie y menos de un metro de profundidad, en los que los que los reproductores se apareaban y se llevaba a cabo la puesta.
Los cálculos indicaban que unas ocho parejas producirían hasta 100 000 alevines por puesta en cada estanque del tipo descrito. La idea final era la introducción del cultivo conjunto de tilapia y biajaca en embalses seleccionados, con el objetivo de que el interés económico generado por la producción acuícola propiciara la motivación para conservar la especie. En el tiempo transcurrido desde el estudio de Pérez y Duarte, elogiado pero nunca aplicado, la acuicultura cubana realizó nuevas adquisiciones, entre ellas el Clarias gariepinus, un pez con todo lo necesario para constituirse como una nueva amenaza mediante la depredación directa de adultos y juveniles de cualquiera de las especies fluviátiles cubanas (6), incluida, por supuesto, la biajaca, cuya condición endémica hace más sensible su vulnerabilidad frente al intruso.
NOTAS:
4- González Pérez, Enildo: "Un vistazo a los inicios. La Acuicultura al triunfo de la Revolución", Mar y Pesca, La Habana, No. 357.
5-León Almeida, Ismael: “Torneo Todos Estrellas de la trucha. Pesca sin muerte en Hanabanilla”. Mar y Pesca, La Habana, No. 309, junio 1998, páginas 24-25.
6- García Fernández, Hugo y Amaury E. del Valle: “¿Quién le pone un cascabel al ‘gato’?”. En: Juventud Rebelde, La Habana, 22 de enero de 2006 (revisada la versión digital en http://www.juventudrebelde.cu).
Continuar:
-Pez con historia
-Bajo la mirada de los ictiólogos
-El carisma de una criolla
-La propuesta de Pérez y Duarte
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La biajaca criolla es mencionada entre las especies seleccionadas para fomentar las poblaciones de peces de los acuatorios cubanos, a partir de la creación en 1959 del Centro de Recría Ictiológica y Repoblación Fluvial atendido por las fuerzas armadas en la estación de El Dique, próxima al poblado del Cotorro (4). De la intención apenas ha quedado rastro, pues bien pronto al anzuelo de los pescadores de orilla acudían en masiva proporción peces ajenos a estas aguas.
Además de los cambios que introdujo en el hábitat de la especie la intensificación del represamiento de los ríos durante el último medio siglo, también con el desarrollo alcanzado por la acuicultura cubana a partir de la década de los sesenta, la biajaca criolla fue impactada por nuevas interacciones ecológicas con las especies introducidas y por la práctica de la pesca comercial. Para sustentar la supervivencia del endémico cubano en estas circunstancias, Pérez y Duarte propusieron la cría artificial de biajacas y su explotación comercial.
La estrategia de los investigadores pretendía salvar la principal desventaja de la biajaca criolla frente a un nuevo invasor, la tilapia, de mayor talla y perteneciente a la misma familia zoológica, los cíclidos. Aunque en apariencia no presentaban conflictos en el aspecto alimentario –no consumen los mismos alimentos ni, al parecer, se depredan una a otra- el parentesco mostraba un costado negativo por la coincidencia en época y sustrato reproductivo, en lo cual la biajaca resultaba desplazada por su más fuerte contrincante, la que además era sistemáticamente repoblada.
“Los juveniles de tilapia y las pandillas de solfishes se comen las crías de biajaca, de trucha, de ellos mismos y de cualquiera que le caiga cerca, pero las culpas por la depredación se las echamos siempre a la trucha”, aseveraba con ironía un viejo guía de pesca del Hanabanilla durante una competencia internacional en 1998 (5). Mientras tanto, no se cuenta con evidencia respecto a la potencial hibridación entre el cíclido local y el importado, aunque tal sospecha ha sido expresada.
“Las mismas características que permiten justificar su cultivo [...], las convierten en organismos con un enorme potencial para competir exitosamente con especies nativas”, señalaba en 2004 la Revista Chilena de Historia Natural acerca de las diversas especies de tilapias cultivadas. La siembra de 800 ejemplares en la Laguna de los Patos, en el oriente de Venezuela, produjo en poco más de una década la reducción del número de especies de la ictiofauna local de 23 a 10.
El trabajo experimental permitió demostrar que nuestra biajaca alcanzaba en alrededor de un año el peso de 230 gramos, considerado comercial para la tilapia, con la ventaja de que cumplida esa edad ya la especie endémica había desovado al menos una vez, garantizando la reproducción. Para la producción de juveniles, los investigadores del Instituto de Ecología y Sistemática concibieron una biotécnica poco costosa, con estanques de nueve por tres metros de superficie y menos de un metro de profundidad, en los que los que los reproductores se apareaban y se llevaba a cabo la puesta.
Los cálculos indicaban que unas ocho parejas producirían hasta 100 000 alevines por puesta en cada estanque del tipo descrito. La idea final era la introducción del cultivo conjunto de tilapia y biajaca en embalses seleccionados, con el objetivo de que el interés económico generado por la producción acuícola propiciara la motivación para conservar la especie. En el tiempo transcurrido desde el estudio de Pérez y Duarte, elogiado pero nunca aplicado, la acuicultura cubana realizó nuevas adquisiciones, entre ellas el Clarias gariepinus, un pez con todo lo necesario para constituirse como una nueva amenaza mediante la depredación directa de adultos y juveniles de cualquiera de las especies fluviátiles cubanas (6), incluida, por supuesto, la biajaca, cuya condición endémica hace más sensible su vulnerabilidad frente al intruso.
NOTAS:
4- González Pérez, Enildo: "Un vistazo a los inicios. La Acuicultura al triunfo de la Revolución", Mar y Pesca, La Habana, No. 357.
5-León Almeida, Ismael: “Torneo Todos Estrellas de la trucha. Pesca sin muerte en Hanabanilla”. Mar y Pesca, La Habana, No. 309, junio 1998, páginas 24-25.
6- García Fernández, Hugo y Amaury E. del Valle: “¿Quién le pone un cascabel al ‘gato’?”. En: Juventud Rebelde, La Habana, 22 de enero de 2006 (revisada la versión digital en http://www.juventudrebelde.cu).
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-El carisma de una criolla
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