10.1.08











LA LLEGADA DEL BLACK BASS A LAS AGUAS CUBANAS
Obsesionado con el reto de su Gran Río Azul, el norteamericano Ernest Hemingway necesitó más de tres lustros para descubrir que la pesca en Cuba era algo más que peces de pico. Por alguna razón no fue hasta 1949 que el escritor se dignó hacer una mención de la lobina negra boquigrande (Mycropterus salmoides), que ya en esas fechas ofrecía ejemplares de hasta ocho libras en aguas cubanas:

“Si usted viene a Cuba a pescar y el viento en el invierno soplara tan tempestuoso que fuera imposible hacerlo en la Corriente del Golfo, usted podría hacer buena pesca de boquigrande (largemouth bass) en los alrededores de Matanzas, donde existe un agradable y sencillo hotel, o pescar sábalos en el puerto de Batabanó donde hay otro hotel donde es posible hospedarse”.

San Juan es el río al que se refiere Hemingway en su artículo “Cuban Fishing”, incluido en el libro Game Fish of the World, y resulta llamativa la falta de una mención a la Laguna del Tesoro, ubicada en la misma provincia, cuya leyenda como coto de pesca de la lobina negra boquigrande ya había comenzado a forjarse por aventureros capaces de remolcar un bote durante horas por los cenagales para lanzar un señuelo en aquellas aguas.

A este centrárquido los cubanos le bautizamos como trucha desde el mismo instante en que el primer lote de peces desembarcó en La Habana. Fue a principio de diciembre de 1927 y la importación fue de un total de 500 ejemplares, entre alevines y crías grandes, gestionados con el Buró de Pesquerías de los Estados Unidos de América por el ingeniero Isaac del Corral, funcionario de la Secretaría de Agricultura de la nación antillana.

La aclimatación se llevó a cabo en un estanque de la Estación Piscícola de La Habana, al que se adicionarían varios más en las semanas siguientes, y al finalizar el primer mes lograban la sobrevivencia de 300 ejemplares, los cuales llegaron a adultos, se reprodujeron y posibilitaron que en diciembre de 1929 comenzara la distribución por ríos y lagunas de toda la Isla. Además del black bass, se importó catfish (bagre de canal), sunfish (pez sol o carpito), crappie (biajaca mexicana, longorongo, bocú), warmouth bass, rock bass y carpa.

“Personal de la Secretaría de Agricultura distribuyeron las crías en camión, ferrocarril y otros medios de transporte, mientras en la estación piscícola se hacía entrega de crías a los dueños o arrendatarios de fincas rústicas interesadas en mejorar la fauna acuática de sus localidades”, escribía en agosto de 1941, en la revista Timón, el biólogo Dr. Mario Sánchez Roig, en un artículo que defendía la especie de las acusaciones que en aquel verano le hacían, de provocar el incremento desmedido de las plagas de mosquitos a causa de su impacto sobre biajacas y guajacones, peces autóctonos que mantienen el control biológico de los insectos hematófagos.

El principal argumento del Dr. Sánchez Roig se refería al cuidadoso estudio ambiental que había precedido la introducción de la especie foránea, que hoy día permanece incorporada al medio natural cubano con nada forzado acomodo, al contrario de otros visitantes acuícolas.

Precisamente el río San Juan, en Matanzas, y sus afluentes Cañas y Los Molinos, fueron de los primeros en recibir la nueva ictiofauna, que además se introdujo en el capitalino Almendares y en otros acuatorios a lo largo de todo el país. La Laguna de Ariguanabo, una veintena de kilómetros al SW de La Habana, se convertiría en pocos años en un coto al que iban de pesca hasta turistas de Nueva York, captados por un guía nombrado Tony Solar, quien promovía su oferta en un programa radial (Guía del Aire) y una revista (Caza y Pesca, 1938-1960).






Además de los ríos y lagunas, las aguas terrestres cubanas se han incrementado durante el último medio siglo con 223 presas y 798 micropresas, y en verdad sería difícil averiguar en cuales de estos acuatorios no existe la lobina negra boquigrande, pues su general distribución es equivalente al equilibrio que la especie ha logrado en el medio natural del archipiélago, a pesar de sufrir disímiles impactos ambientales y de no ser objeto de estudio, mucho menos de repoblación, hace décadas.

Desde 1969 se compite en Cuba en la pesca de Truchas. El certamen más renombrado es el Incendio de Bayamo, convocado cada mes de enero en el embalse de Leonero, provincia de Granma, al oriente del país. Hubo algunos torneos internacionales a partir de 1978 (un tope entre cubanos y norteamericanos en la Laguna del tesoro), y tuvo cierto relieve, aunque no réplica, el que fuera denominado Todos Estrellas de la Pesca del Bass en Cuba, en el cual participaron los 14 más relevantes campeones de la modalidad en 1998, con la asistencia de dos canadienses.

La pesca de la trucha, de la lobina negra boquigrande, del black bass… será noticia frecuente en esta página, porque es pesca que llama a los cubanos. De campeones, records –y leyendas de records-, de competencias, técnicas locales, sitios buenos y regulares, y de depredaciones e impactos, cuando haga falta, escribiremos.

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