30.5.13



El dajao tal vez existe

En medio de una entrevista sobre spinning, me advertía Pelayo Torres en la ciudad de Bauta: “La próxima vez vamos a hablar de la pesca del dajao”. Pasaron tal vez unos meses, pero llegó la ocasión y tomamos uno de esos viejos camiones que no se aburren de transportan pasajeros a lo largo de las poblaciones de la Carretera Central, para visitar 
nuevamente a los amigos pescadores de la localidad de la nueva provincia de Artemisa. A la sombra amable del portal de la vivienda interior, separada de la calle por un discreto pasillo, tras los saludos se habló de pesca, nada raro. “El dajao ya no existe debido al represamiento de los ríos”, dice el experto Pelayo, uno de los tempranos promotores de la pesca a vara y carrete fuera de la capital del país. Cree que a este pez habría que buscarlo en algunos ríos no represados: “Tal vez en Pinar del Río”, dice el amigo. En los años sesenta y hasta los setenta, el aficionado bautense pescó el dajao en el río Baracoa, que corre por el territorio de su municipio de residencia, hasta que el embalse del mismo nombre fuera construido en 1988.
Al dajao (Agonostomus montícola) se le debería encontrar preferentemente en aguas límpidas y de curso rápido, como arroyos montañosos. Es un pez fitófago (que se alimenta de fitoplancton) de muy activos movimientos, que crece hasta unos 520 milímetros en promedio. Incorpora a su dieta alimentos de procedencia animal, como larvas e insectos, en mayor proporción que el Joturo, respecto a cuya especie se le debe hallar asimismo en mayor número de localidades. Incursionan en las aguas marinas en condiciones climáticas desfavorables. El dajao es un mugílido, es decir, que se halla emparentado con las Lisas, a las que se asemeja por sus colores y cuerpo tubular. De ahí que reciba en inglés los nombres de Mountain mullet y Freshwater mullet, que significan lisa de montaña y lisa de agua dulce.
Huevas grandes, que son lo principal que tienen como comida, pues lo demás es de poca sustancia, destacaba el observador Padre Bartolomé de las Casas en los días de la conquista hispana del archipiélago, allá por el siglo XVI. Darío Guitart, entretanto, señala la calidad de su carne al comentar la especie en la sección sobre “Peces cubanos”, que en los pasados setenta publicaba en la revista Mar y Pesca.
Los aficionados localizan al dajao preferentemente bajo las palmas que gotean los granos de palmiche maduro, su alimento preferido. Para pescarlo se emplea un anzuelo tipo mosca (números 20 o 22, por ejemplo), resistentes. La vara es una fina cañabrava de un metro y medio de longitud, con un tramo similar de monofilamento de 6 libras de resistencia, “un pelito”.
Para mucho disfrutar es la siguiente nota de Vilaró, acerca de las carnadas que hacia finales del siglo XIX usaban en esta Isla para pescar el Dajao:“Se pesca con cebo de Aguacate en aparejo de alambre que deja sólo visible la tentación. Está enovado de Abril á Junio, generalmente: á las veces hasta Agosto, según afirman los pescadores amigos más antiguos en todo el rio Calabazar.Precisamente es esa, la época en que con más decisión y ahinco se le pesca, determinando así la extinción de tan estimable especie, á poco que se prolongue tan destructor procedimiento. (...) No se arguya que la fructificación del Aguacate coincide con el desove, porque también se pesca con Palmiche granado, maduro, migajón de pan, [Zayas], como el (J)oturo y otros de agua dulce (1893)”. 
Como el palmiche maduro que cae al agua es el que pica el pájaro posado en el racimo, el pescador tiene que imitar al ave, levantando un pequeño segmento de cáscara y clavando el anzuelo en el lado contrario.
“Si pretendes pescar dajaos, no puedes dejarte ver en la orilla del río -asegura Pelayo-, te escondes tras la palma”. Mejor –interviene Aniel, el hijo, otro aficionado muy competitivo- te acercas agachado, arrastrándote muy callado entre las hierbas si es preciso. Lo primero es comprobar que el dajao se encuentra comiendo en la charca bajo la palma que gotea. Se echa unos granos al agua y, si están, ellos inmediatamente los tomarán de la superficie con una muy veloz acometida. “Es el pez más rápido en el río al comer”. Con suerte, asegura el padre, podrás tomar dos o tres dajaos en cada charca, pues es pez muy sigiloso que al cabo de algunas capturas se pierde.
 Los dajaos más grandes llegan a pesar tres cuartos de libra, señala la experiencia del aficionado. Es posible que en la misma charca se encuentre la biajaca palmichera, pero el primero en comer será el dajao. Haciendo esta pesca con una vara de spinning, Aniel asegura que en las mismas circunstancias ha pescado amuras de hasta seis libras, que comen el palmiche a media agua, y carpas comunes y espejo, con pesos de hasta 12 libras, que se alimentan del grano que va al fondo del cauce. El único récord nacional deportivo de Agonostomus montícola fue registrado en 1983 y correspondió a un ejemplar de 0,9 libras (¿9 onzas?), capturado por Luis Alberto Águila, de la provincia Ciudad de La Habana.
Llevando registros de sus capturas, pasó en una época del centenar de amuras y del centenar de carpas tomadas de esta forma. Todo con palmiche y anzuelo fino y fuerte, acorde a la talla y velocidad de estos peces.  Dajao, biajaca, amura, carpas... en un río... al pie de una palma que gotea al agua los granos maduros del palmiche. Pasados recuerdos de pescadores pacientes, como un viejo paisaje bucólico grabado por un tal Muguet en el XIX.

No hay comentarios: