El carisma de una criolla
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La biajaca criolla es un pez hermoso, vivaz, todo un carácter en las aguas donde habita. Su respuesta a las técnicas de de pesca deportiva apenas ha sido valorada, sobre todo porque demasiados aficionados buscan ensartas grandes y pescados gordos, de manera que les son inaccesibles las sutilezas de la pesca con línea fina, donde la criolla es un portento. En lo personal, la he tomado a mosca, con la imitación de una pequeña ninfa de libélula, y me he quedado lamentando que no abunden más. A vara criolla todavía aparece bastante, con la consabida lombriz; toma a spinning la cucharilla, el spinnerbait, la lombriz artificial o lo que le pongan.
En marzo de 1998, durante la última jornada del Torneo Todos Estrellas de la pesca del bass en el embalse Hanabanilla, uno de los competidores que troleaba a spinning un señuelo a más de cinco metros de profundidad tuvo una picada muy fuerte. Desde la lancha de la prensa se pusieron en alerta de inmediato, pues faltaba menos de una hora para decidir la competencia. La caña del pescador se dobló en un arco perfecto, con el puntero hacia el agua, y durante unos minutos la tensión de la línea se transmitió a los nervios de cada uno de los que se hallaban, expectantes, en aquel recodo del gran embalse. Cuando finalmente el pez fue llevado a la superficie, mordiendo fuertemente un rapala fat rap de 9 centímetros, todos vimos asombrados que se trataba de una hermosa biajaca criolla de más de dos libras que fue devuelta al agua.
En los récords nacionales de pesca que hasta 1990 registró el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) quedaron inscritas nueve marcas nacionales adjudicadas a esta especie. La mayor pieza reconocida oficialmente pesó 3,4 libras y fue capturada por el matancero Joan Varela Farías en la categoría infantil.
La mayoría absoluta de los récords de biajaca criolla sobrepasaron una libra de peso, y varios pasaron de dos. Por ejemplo, las piezas cobradas a vara y carrete por Víctor González (2,5 libras), Cristino Santiago (2,4) y Alberto Rueda (2,3), o las anzoladas con vara criolla o línea manual por Ildemar Porro (2,8 libras), récord infantil en 1985, o la marca femenina de Liudmila Fernández (2,0 libras), que igualó el récord masculino que una década antes, en 1977, logró en la misma categoría de avío Manuel Ortiz.
Resulta revelador el pesaje que en una competencia femenina, efectuada en marzo de 2001 en el embalse Minerva, Villa Clara. La captura total en dos días de competencia de 22 competidoras sumó 250 libras y 13 onzas. Este pesaje corresponde a un total de 1016 ejemplares. Más del 95% de los peces llevados al pesaje pertenecían a la especie que allí denominan crisol (solfis o carpito en otras partes de Cuba). Las truchas (boquigrande) sumaron una docena; los bagres o gatos, apenas unos cuatro; las autóctonas biajacas criollas, no más de cinco. Sólo las tilapias y cirilas, especies de cultivo, llegarían a unos 30 ejemplares.
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-Cíclido vs. Cíclido
-Pez con historia
-Bajo la mirada de los ictiólogos
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La biajaca criolla es un pez hermoso, vivaz, todo un carácter en las aguas donde habita. Su respuesta a las técnicas de de pesca deportiva apenas ha sido valorada, sobre todo porque demasiados aficionados buscan ensartas grandes y pescados gordos, de manera que les son inaccesibles las sutilezas de la pesca con línea fina, donde la criolla es un portento. En lo personal, la he tomado a mosca, con la imitación de una pequeña ninfa de libélula, y me he quedado lamentando que no abunden más. A vara criolla todavía aparece bastante, con la consabida lombriz; toma a spinning la cucharilla, el spinnerbait, la lombriz artificial o lo que le pongan.
En marzo de 1998, durante la última jornada del Torneo Todos Estrellas de la pesca del bass en el embalse Hanabanilla, uno de los competidores que troleaba a spinning un señuelo a más de cinco metros de profundidad tuvo una picada muy fuerte. Desde la lancha de la prensa se pusieron en alerta de inmediato, pues faltaba menos de una hora para decidir la competencia. La caña del pescador se dobló en un arco perfecto, con el puntero hacia el agua, y durante unos minutos la tensión de la línea se transmitió a los nervios de cada uno de los que se hallaban, expectantes, en aquel recodo del gran embalse. Cuando finalmente el pez fue llevado a la superficie, mordiendo fuertemente un rapala fat rap de 9 centímetros, todos vimos asombrados que se trataba de una hermosa biajaca criolla de más de dos libras que fue devuelta al agua.
En los récords nacionales de pesca que hasta 1990 registró el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) quedaron inscritas nueve marcas nacionales adjudicadas a esta especie. La mayor pieza reconocida oficialmente pesó 3,4 libras y fue capturada por el matancero Joan Varela Farías en la categoría infantil.
La mayoría absoluta de los récords de biajaca criolla sobrepasaron una libra de peso, y varios pasaron de dos. Por ejemplo, las piezas cobradas a vara y carrete por Víctor González (2,5 libras), Cristino Santiago (2,4) y Alberto Rueda (2,3), o las anzoladas con vara criolla o línea manual por Ildemar Porro (2,8 libras), récord infantil en 1985, o la marca femenina de Liudmila Fernández (2,0 libras), que igualó el récord masculino que una década antes, en 1977, logró en la misma categoría de avío Manuel Ortiz.
Resulta revelador el pesaje que en una competencia femenina, efectuada en marzo de 2001 en el embalse Minerva, Villa Clara. La captura total en dos días de competencia de 22 competidoras sumó 250 libras y 13 onzas. Este pesaje corresponde a un total de 1016 ejemplares. Más del 95% de los peces llevados al pesaje pertenecían a la especie que allí denominan crisol (solfis o carpito en otras partes de Cuba). Las truchas (boquigrande) sumaron una docena; los bagres o gatos, apenas unos cuatro; las autóctonas biajacas criollas, no más de cinco. Sólo las tilapias y cirilas, especies de cultivo, llegarían a unos 30 ejemplares.
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