20.6.17



LOROS: la familia Scaridae
Un distinguido profesor norteamericano, asistente al reciente XVI Coloquio Internacional Hemingway en La Habana, ha querido saber qué clase de pez es el loro, que dice le sirvieron a la mesa en un restaurante de la ciudad.
Por lo que recuerdo, los loros son de las especies que frecuentan los fondos coralinos.  Se destacan por sus intensos colores, grandes escamas y notable tamaño de algunos ejemplares, que pueden alcanzar un metro de longitud. Son herbívoros y se alimentan durante el día. Se pueden pescar a cordel, dado que frecuentemente se hallan en áreas marinas inmediatas a la orilla, pero últimamente en Cuba su captura es muy frecuente a manos de aficionados a la caza submarina, que enfilan sus flechas contra todo lo que hallen al alcance de sus escopetas; a algunos se les ha visto cazar en las aguas inmediatas al área hotelera del barrio de Miramar usando tanques de aire comprimido.
Los loros pertenecen a la familia Scaridae, hay 14 especies registradas en Cuba. Predominan colores verdosos o azulosos en ejemplares machos, y los rojizos, carmelitosos o grisosos en las hembras. Sus propios nombres comunes y científicos aluden a sus tonalidades:
Loro bembiazul          Cryptotomus roseus
Loro esmeralda           Nicholsina usta
Loro de medianoche  Scarus coelestinus
Loro azul                    Scarus coerulus
Loro listado                Scarus croicensis
Loro guacamayo         Scarus guacamaia
Loro princesa              Scarus taeniopterus
Loro reina                   Scarus vetula
Loro de lunar verde    Sparisoma atomarium
Vieja lora                    Sparisoma aurofrenatum
Loro colirrojo             Sparisoma crysopterum
Loro dientuso             Sparisoma radians
Loro aletirrojo            Sparisoma rubiprinne
Loro                            Sparisoma viride
Encuentro la siguiente nota: “La importancia comercial de los loros no es grande, ya que no se les considera un pescado de gran calidad para el consumo humano, además de que no existe arte o pesquería cuyo objetivo sea directamente su captura” (Rodríguez, Andrés y Raúl Valdés: Peces marinos importantes de Cuba. Editorial Científico Técnica, La Habana, 1987, pp. 123-125). Otro dato que podemos aportar es poco agradable: el olor de los residuos alimenticios hallado en los estómagos de ejemplares pescados es absolutamente repulsivo.
El artículo de un pescador aficionado, publicado en 1981, señalaba que alguna de las especies de esta familia, llamadas comúnmente bullón y loro colorado, se debían pescar con anzuelo pequeño, del número uno y preferentemente el soviético de pata larga, y emplear reinal de alambre en precaución de la fortaleza y poder abrasivo de su boca. Los hallaban en verano, en sitios donde abundaba una “vegetación pequeña, de la cual también se alimentan” (Valdés, Rolando: “La pesca del bullón y el loro colorado”. El Rascacio (boletín informativo de los pescadores deportivos en la ciudad de La Habana), Año II, Número 4, marzo de 1981), aunque sus carnadas preferidas serían los mariscos. Entre otras, emplean el erizo, que siempre va a ser comido por el loro, asegura el pescador, además de la cangrejilla y el camarón de río llamado batata.
La fase lunar de cuarto menguante, el “despunte” (sic) de marea y el horario matutino serían las condiciones propicias para la pesca de este pez. Este come pausadamente, triturando el alimento, por lo que el pescador debe estar concentrado para clavar, pues suele el animal realizar una veloz escapada y expulsar el anzuelo. Se llevaban a cabo pesquerías de loros en sitios costeros antes muy conocidos, como la Playa de 16, Ferretero, Hijas de Galicia, Malecón y 23 y Cojímar. 
Refiriéndose a una de las especies de esta familia, comentaba el coleccionista don Antonio Parra en 1787: “Este le llaman Guacamaya por tener el pico parecido al Guacamayo, y al mismo tiempo mucha parte de sus colores. El largo de él una vara, aunque suele haverlos mayores” (Parra, Don Antonio: Descripción de diferentes piezas de Historia Natural. Edición facsimilar: Editorial La Habana, 1989, p. 54). Destaca también su colorido: “La parte superior de la cabeza tiene un color obscuro, lo demás de la cabeza rosado, parte del pecho interpolado de verde, y encarnado, la mitad anterior del cuerpo color de canela obscuro; lo restante hasta el timón todo verde, la raíz de las aletas verde, lo restante color muzgo: las aletas jugulares color de sangre en su raíz, y muzgo en su restante, el timón obscuro, lo que corresponde a los filamentos que forman la horquilla encarnado bajo, y el borde de lo demás de la horquilla verde”  (Idem, p. 55).
Siempre es un placer leer al curioso y detallado Parra, cuyo libro es suficiente para honrar los inicios de la ciencia ictiológica cubana, pero no es posible seguir adelante sin buscar en los abultados y amenos tomos de la Ictiología Cubana del Dr. Felipe Poey y Aloy. En la edición del año 2000, primera completa hasta hoy, monumento bibliográfico debido a la paciente labor de Darío Guitart y sus colaboradores, hallamos notas interesantes de la familia que el sabio del siglo XIX identificó como Scaridi. Destaca el autor de la obra premiada en 1883 con medalla de oro en la Exposición Internacional de Amsterdam, que las numerosas especies de peces de este grupo se destacan por la robustez de los huesos faríngeos, con los que trituran su alimento. Son difíciles de distinguir entre sí, porque difieren con la edad y por las insuficientes descripciones que de las mismas se habían hecho en la época. En su comentario acerca de la guacamaya (Pseudoscarus guacamaia, le llama), señala: “No es raro y crece hasta 3 pies; se  pesca empleando de carnada plátano maduro”. De otro loro, el P. coelestinus, dice que “Es común y de tamaño grande. Su carne es ligera, poco suculenta; sus cualidades no son sospechosas” (quiere decir que no tiene tendencia a la siguatera). (Poey y Aloy, Felipe: Ictiología cubana, Vol II. Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2000, páginas 668-669).
De acuerdo con Guitart, nuestra fuente más completa hasta hoy, la familia Scaridae está integrada por cuatro géneros (Nicholsina, Cryptotomus, Sparisoma y Scarus) y las dichas 14 especies. Los hay tan pequeños como el C. roseus, sin nombre común, que no pasa de 8 centímetros de longitud estándar, y tan grandes como el loro azul y la viejalora o guacamaya, que llegan casi a un metro (Guitart, Dr. Darío J.: Sinopsis de los peces marinos de Cuba, tomo III. Academia de Ciencias de Cuba, La Habana, 1977, pp. 579-596). Mucha carne, claro, y eso siempre interesa al mercado.  







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