© Ismael León Almeida
H
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ace unos años, cuando todavía el
infeliz siglo XX no había acabado, el panadero de un pueblo del interior nos
pidió que le lleváramos tres anzuelos grandes y fuertes. El día que cumplimos
el encargo, entregándole tres mustads
7/0, afilados y confiables como suelen ser, dijo que eran los perfectos para
hacerse un grampín. ¿Qué pez tan grande pensaba el buen amigo Vicente que
picaría en aquella herramienta desmesurada?
― No es para que pique, Ismael,
Es para engancharlos.
― ¿Cuál pescado?
― Sábalos. Sábalos del río
Carraguao. Ellos suben el cauce y desde las ramas de los mangles que se
inclinan sobre el agua uno puede verlos, confiados, rolando en la superficie.
Con un cordel de cien libras, que ya tengo, voy a tirarles el grampín,
engancharlos y halarlos con el caballo antes de que se enreden en las raíces
del mangle. Todo está en coger uno.
― Es ingenioso, en verdad.
Hay tres cosas que uno habrá leído
acerca del sábalo: que las costumbres de este pez son un enigma para el hombre,
que en su pesca el único factor que existe es la suerte, y que si le aguantas
tres saltos a un sábalo, ya es tuyo. Un catálogo de incertidumbre bastante
nutrido, si me permiten opinar, para un pez que no parece priorizar en su
perfil la costumbre de ocultarse demasiado. El sábalo, clasificado por Achille
Valenciennes en 1847, recibe el nombre científico de Megalops atlanticus. Prácticamente cada uno de sus detalles es
digno de admiración. Su misteriosa aparición en la superficie del agua pone en
alerta al pescador, que no puede evitar un escalofrío si logra verle nadar,
poderoso, bajo el cristal verdoso del agua de los ríos, o en ciertos tramos de mar
abierto. Cuando se levanta fuera del agua, en uno de los colosales saltos que
categorizan su máximo valor como especie deportiva, su imagen masiva y
sorprendente agilidad son resaltadas por el lujoso brillo de grandes escamas
plateadas que le cubren por completo.
Su cuerpo alargado y comprimido
puede alcanzar dos metros y medio en total y se conoce un peso máximo
ascendente a 161 kilogramos. Ejemplares de más de 100 libras son todavía
accesibles en las pesquerías deportivas en Cuba. Completan el perfil del pez
una aleta caudal grande y profundamente bifurcada y una dorsal con un largo
filamento, ubicada hacia la parte posterior del cuerpo. La boca es grande,
oblicua y se abre hacia arriba, por lo que podría creérsele un frecuente
comedor en superficie, pero además de peces de diversas especies (sardinas,
anchoas, lisas, robalos, cíclidos en agua dulce), su dieta carnívora incluye
moluscos bivalvos, camarones, cangrejos y gusanos tomados del fondo (Claro,
Rodolfo y D. Ross Robertson: Los peces de
Cuba. Instituto de Oceanología, La Habana, 2010. Edición multimedia).
Habita aguas someras, lo mismo
salobres que dulces (salinidades de 0 a 45 ppm), sobre fondos fangosos y
arenosos. Su área de distribución abarca ambas bandas del océano Atlántico, y
la costa oriental del Pacífico. Habita todo el Golfo de México y el mar Caribe,
y en las aguas cubanas llega hasta los
arrecifes coralinos, cerca del borde de la plataforma. El rango de
temperatura del agua llega hasta los 40º C, pero señalan los estudios que por
debajo de 12º C suelen ser letales para la especie.
Posee el sábalo elevada
fecundidad, con una freza estimada en 12 millones de huevos para una hembra de
más de dos metros de longitud total. La madurez sexual es alcanzada cuando pasa
de 80 centímetros de largo, es ovovivíparo y se reproduce en aguas
temporalmente aisladas del mar abierto, en algunos lugares todo el año. Sus
larvas suelen encontrarse en aguas estuarinas.
Finalizando la década del 1930,
la pesca del sábalo en aguas cubanas fue convertida en un producto turístico
por el guía Emilio de Mesa, quién además estuvo a cargo de la sección “Yates y
Pesca” de la revista Carteles, primer
espacio informativo sobre este deporte en el país, concibió la formación de un
Club Internacional de Pescadores en la cayería de las Doce Leguas, fue comisionado
de Pesca de la Dirección General Nacional de Deportes y directivo del Buró
Turístico de Pesca, con oficinas en el Hotel Presidente de La Habana. Pescadores
norteamericanos e incluso nacionales iban con este experimentado pescador a
experimentar las emociones de cobrar un sábalo. Sus cotos no eran de difícil
elección: el sábalo merodeaba los barcos de pesca en el canal de acceso a la
bahía de La Habana y en el puerto de Batabanó, y en cualquiera de estos dos
lugares los deportistas lograron buenos peces, algunos de más de 100 libras.
Una de las aspiraciones de Emilio
de Mesa era la organización de un torneo internacional en la pesca del sábalo.
Aprovechando que la especie se presentaba también en la bahía de Santiago de
Cuba, Acordó con el Club de Pesca Amateur de esa ciudad la convocatoria de un
certamen local. A comienzos de 1941,
Mesa había guiado en Batabanó al Dr. Rodolfo O. Mestre presidente del club
santiaguero. Partieron a las cinco de la madrugada desde La Habana hacia la
costa sur y se reunieron en el hotel Dos Hermanos, una joya arquitectónica de
Batabanó, con dos “competentes y
atentos” empleados de Emilio de Mesa, nombrados Pancho Arteaga y Miguel. Además
del guía y sus asistentes, de la partida de pesca formaban parte un total de
cuatro pescadores nóveles, sin tratos previos con los avíos de vara y carrete.
Luego de un corto trayecto en bote a la luz del amanecer, abordaron un
balandro fondeado a trescientos metros de la costa, cuya tripulación estaba en
ese instante “matando el pescado”. Es
decir, estaban trasvasando la captura, o “marea”, de los viveros de la
embarcación a una chalana, para conducirla a tierra y envasarla en cajas en el
muelle. Algunos peces se escapaban y otros eran desechados por los pescadores,
ya muertos, por carecer de valor comercial. Los sábalos acudían a rodear la
embarcación donde se faenaba y devoraban cuanto pez caía al agua. La situación
fue aprovechada por los deportistas para comenzar su pesquería. Cebaron los
anzuelos y lanzaron con las varas, manteniendo la carnada en la superficie.
Rápidamente llegó la primera picada, el sábalo engulló el cebo, desapareció con
él y de inmediato saltó, abandonándolo, tras sentir la resistencia de la pita y
la hincada del anzuelo. Finalmente, a las tres de la tarde embarcó su primer
ejemplar, que conquistaría su afición de tal modo, que dos años más tarde,
nuevamente con Emilio de Mesa, captura un ejemplar de 110 libras en plena bahía
de La Habana.
La idea de organizar competencias
de pesca motivaba a los aficionados cubanos. Cuando Ernest Hemingway comienza a
frecuentar La Habana en 1932 ya había pescadores aficionados en la ciudad y
algunos de ellos se desempeñaban como guías en la pesca de agujas. Apenas
Federico Lindner crea la sección “Yates y Pesca”, pone en marcha los concursos
de la pesca del peto y de la aguja, con el apoyo de importantes patrocinadores
que se encargaban de los premios a cambio de la publicidad que recibían. Un
primer torneo de pesca de agujas fue organizado en 1938 por el Santa Cruz Yacht
Club, una asociación modesta y entusiasta del puerto de ese nombre al este de
La Habana. En el verano de 1939 celebran en Cienfuegos un concurso de pesca y
el competidor Serafín San Martín gana la Copa RCA Víctor son un sábalo de 96
libras (Carteles,
Vol. XXXIV, No. 43, 22 de octubre de 1939). Luego, en abril de 1941,
ya a cargo de la sección “Yates y Pesca”, Emilio de Mesa publica la carta de un
lector que le sugiere crear una competencia para el sábalo en las aguas
meridionales de la provincia de La Habana, ofreciendo un trofeo y facilidades
para el atraque de embarcaciones en la finca de un amigo (Carta del lector Francisco Carrasco, de
La Habana. Carteles, año 22, no. 17,
27 de abril de 1941).
Es probable que la iniciativa del
lector no se ejecutara en aquel momento, pero Emilio de Mesa logra convencer a
la Dirección General Nacional de Deportes de celebrar un concurso local de
pesca de sábalos en Santiago de Cuba, con el apoyo de Mestre y su club, y en la edición de Carteles del 19 de octubre de 1941 llega al público la convocatoria al concurso, dirigida “a los
aficionados al deporte de la pesca con vara y carrete”. Para tratarse de una
experiencia inaugural, las bases establecidas para competir verdaderamente
marcan un momento preciso de giro en favor de la moderna deportividad en la
pesca recreativa cubana. El equipo de pesca reglamentario se basa en avíos de
vara y carrete, limitado el calibre de línea a hasta18 hilos (unas 45 libras de
resistencia a la tracción) y la alambrada o calasimbre y la doble línea se
limitarían, respectivamente, a 15 pies de largo.
Hay una similitud notoria de
estas bases con las reglas que por la misma época comenzó a promulgar la
International Game Fish Association, IGFA, en la cual estaba Cuba
representada. El pescador debía cobrar
el pez sin ayuda ajena, nadie salvo el pescador podía tocar la línea, y sería
descalificado el pez mutilado, arponeado o herido durante el acto de la pesca,
o en caso de que la vara fuera rota en su transcurso. A pesar de ser una época
muy temprana en la utilización de avíos deportivos de vara y carrete para la
pesca en el país, los entusiastas santiagueros respondieron a la invitación del
club y de la revista y el 13 de septiembre de 1942 se hicieron públicos los
resultados de la competencia. Un total de 19 capturas de sábalo fueron
inscritas y los premios fueron conquistados por René P. Guitart, medalla de oro; M. A. Miyares, medalla de plata, ambos
del Club Amateurs de Pesca, y Luis C. Greco, medalla de bronce, del Club
Náutico de Santiago de Cuba
“Una de las pesquerías más emocionantes es, sin discusión alguna, la
del Sábalo, por la pelea que presenta este peje, cuando se siente clavado por
el anzuelo, lo que aparece, ante nuestra vista, cual la explosión de una mina
submarina...” (Armando J. Sardina: “La pesca del sábalo”. Mar y Pesca, La Habana, enero 1957, página 32). Las
diversas formas de pescar el sábalo durante la primera mitad del siglo XX,
enumeradas por Federico Lindner, incluían el curricán a vara y carrete,
empleando lo mismo carnada que cucharas o “tarporenos”. Desde la orilla se
usaba lanzar “tarugos”, también con vara y carrete ―hoy decimos “espinear”, o
“rapalear”, como los españoles―. Este experto manifestaba en 1938 que la forma
más económica de lidiar con este pez era embarcarse en cualquier bahía en un
bote de remos y, con el avío deportivo ya mencionado, usar mojarras vivas para
hacerlos picar. Unas dos décadas más tarde, ya establecida la elección del
spinning como avío, es preponderante la preferencia del aficionado por la
carnada, señalando la liseta como la más codiciada por el sábalo, además de
sardinas, chicharros y otras (Armando J. Sardina: “La pesca del sábalo”. Mar y Pesca, La Habana, enero 1957,
página 32). Lindner aseguraba: “La sensación de matar un sábalo en
esta forma sobrepasa todas las experimentadas en la pesca de cualquier otra
especie” (Carteles,
Vol. XXXI, No. 29, 17 de Julio de 1938. Sección “Yates y Pesca”, Federico
Lindner, página 78).
A finales de 1941, Emilio de Mesa
creyó en promesas de la Dirección de Deportes, encabezada por el coronel Jaime
Mariné, y publicó en la sección de pesca deportiva de la revista las bases para
la organización de un torneo internacional de pesca del sábalo que tendría
sesiones compartidas en la bahía de La Habana y en el puerto de Batabanó.
Nuevamente son reglamentarios los avíos de vara y carrete, pero esta vez las
líneas resultan más finas: de solo 12 hebras para la bahía capitalina, donde se
esperaban mayores ejemplares, y de solo 9 hilos en el puerto sureño. Este
proyecto finalmente sería olvidado, pero el persistente promotor de la pesca
recreativa no olvidaría referirse a la importancia de organizar este tipo de
certámenes para atraer al país a turistas aficionados a este deporte. Cuando se
recibieron noticias de la celebración del III Torneo Internacional de la Pesca
del Sábalo en la ciudad mexicana de Tampico, Emilio de Mesa escribió que los
certámenes cubanos estaban en condiciones de competir con el evento organizado
por el Club de Regatas Corona y, dado que la Isla contaba con el mismo tipo de
pesca, “no debiéramos desperdiciar esta enseñanza y dedicar nuestros mejores
esfuerzos para que en Cuba también se celebren competencias de la importancia
de estas que se efectúan en Tampico” (Emilio de Mesa: “Competencias de la pesca del sábalo
en México”. Sección “Yates y Pesca”, Carteles,
año 25, no. 33, 13 de agosto de 1944).
A pesar de sus llamados para lograr una representación cubana al
certamen mexicano, el siguiente certamen del río Pánuco pasaría sin que se
concretara la asistencia. Lo más significativo es que numerosos cubanos de
recursos participaban en los más relevantes certámenes de pesca mayor de la
época, como el Cat Cay Tuna Tournament, ganado en 1939 por Julio Sánchez, con
un tercer lugar obtenido por su primo Thorwald Sánchea, ambos cubanos, mientras
se conoce que al menos en tres ocasiones equipos de Cuba conquistaron la Copa
Sharp en el importante torneo internacional del atún en Wedgeport, Nueva
Escocia, Canadá. La única participación registrada en la cita mexicana del
sábalo corresponde a la señora Hortensia D. de Martí, esposa del cónsul cubano en Tampico, que el 18
de agosto de 1945 logra el título para damas del relevante certamen mexicano, con
un pez de 143 libras de peso (Carteles,
año 30, no. 13, 27 de marzo de 1949).
Aunque por mucho tiempo no volvió a intentarse una competencia para pescar esta especie en el país, los records nacionales de esta modalidad recreativa, registrados entre 1976 y 1990 por el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), ponen a la vista el notable interés de los aficionados por esta especie hermosa y dinámica, la cual sería buscada lo mismo con muy ligeros equipos de spinning, que con cordel a mano o curricaneando mediante pesadas líneas en aguas abiertas. La revisión de las antiguas agendas de records permite descubrir un total de 14 registros dedicados a esta especie.
Aunque por mucho tiempo no volvió a intentarse una competencia para pescar esta especie en el país, los records nacionales de esta modalidad recreativa, registrados entre 1976 y 1990 por el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), ponen a la vista el notable interés de los aficionados por esta especie hermosa y dinámica, la cual sería buscada lo mismo con muy ligeros equipos de spinning, que con cordel a mano o curricaneando mediante pesadas líneas en aguas abiertas. La revisión de las antiguas agendas de records permite descubrir un total de 14 registros dedicados a esta especie.
RÉCORDS CUBANOS DEL SÁBALO (Megalops
atlanticos) 1976-1990
|
|||
Fecha
|
Pescador
|
Peso
|
Avío
|
8.05.1983
|
Ovidio Crespo Lantigua, PR
|
103,0 lb
|
A mano
|
8.09.1984
|
Eduardo de la Hoz, SC
|
12 lb 10 oz
|
Spinning
|
¿?
|
Carlos Jaen Santiago, SC
|
21,0 lb
|
Spinning
|
11.08.1974
|
Juan de Mata Armas, VC
|
41,2
|
Spinning
|
1988
|
Sergio Oropesa A., LH
|
16,0
|
Spinning
|
27.05.1981
|
Pedro Luis Palacios Muñoz, PR
|
70,0
|
A mano
|
30.03.1985
|
Pastor Pichardo, CM
|
70,0
|
Trolling
|
14.05.1987
|
Abelardo Prieto Varona, CM
|
146,8
|
A mano
|
7.06.1988
|
Gilberto Pupo G., IJ
|
41,3
|
¿?
|
25.04.1982
|
Medardo Rodríguez, CM
|
48,4
|
Trolling
|
2.09.1987
|
Estela Rosabal Benitez, CM
|
50,0
|
A mano
|
19.08.1980
|
Mirtha Santana, CM
|
2,0
|
A mano
|
25.04.1985
|
Mirtha Santana, CM
|
21,0
|
A mano
|
12.1986
|
Joe Bob Wells, EE.UU.
|
76,0
|
Trolling
|
Las
siglas indican lugar de origen de los pescadores, no necesariamente
coincidentes con el sitio de pesca, salvo en el caso del norteamericano
(EE.UU.), a quien se concede récord debido a que el pez fue pescado en Cuba.
PR: Pinar del Río; SC: Santiago de Cuba; VC: Villa Clara; CM: Camagüey; IJ:
Isla de la Juventud. LH: La Habana; en la fecha del reporte, se trataba del
territorio que hoy ocupan las provincias de Mayabeque y Artemisa, pues la hoy
así vuelta a llamar era entonces Ciudad de La Habana.
Probablemente la pesca del sábalo
sea ahora mismo la más difundida en la oferta del turismo cubano. Mientras la
pesca de agujas muestra todavía cierta consistencia en los escenarios de
siempre a la altura del noroccidente cubano, y la pesca de la trucha no es la
sombra de lo que fue entre finales de los pasados años setenta y ochenta, las
pesquerías turísticas en las marismas someras (inshore fishing), se han ido convirtiendo paulatinamente en una
novedad que recibe aprecio internacional, y el sábalo, asociado con el macabí,
el robalo y la palometa, deslumbra a unos cuantos aficionados, que vienen a
Cuba en busca de sus primeras experiencias con esta sorprendente máquina
de saltos. Una evaluación estadística de
las pesquerías recreativas en Jardines de la Reina, realizada por el Centro de
Investigaciones de Ecosistemas Costeros y el Centro de Investigaciones Marinas
(Figueredo
Martín, Tamara et al.: “Pesca recreativa en Jardines de la Reina, Cuba:
Caracterización y percepción sobre el estado de conservación del área”.
http://www.cim.uh.cu/rim/pdf/2010/2/Figueredo%20et%20al.pdf), de la
Universidad de La Habana, estableció que
el sábalo era la especie preferida del importante destino turístico cubano, con
el 79 % de elección por los clientes. La
captura por unidad de esfuerzo para la especie, en el período 2003-2007,
ofreció una media de 5.56 ejemplares por embarcación y día de pesca en el área.
Ver la versión en pdf.
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