26.4.10

La propuesta de Pérez y Duarte
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Las cualidades culinarias que se reconocen a la biajaca pueden ser un buen argumento para que no la perdamos. “Gran recurso alimenticio, estimada de gastrónomos, por
su carne sabrosa, asada, frita, guisada”, no deja de informarnos Vilaró entre sus observaciones biológicas. Asegura que la especie puede darnos ejemplares de cuarenta centímetros de longitud y un kilogramo de peso, mientras subraya la viabilidad de fomentar su propagación, por lo sencillo de alimentarla, para enriquecer los criaderos naturales.

Criar y reintroducir esta especie en los acuatorios naturales y embalse –y asimismo otras que son originarias del archipiélago-, podría ser una estrategia razonable para hacer frente a las amenazas que plantea a la ictiofauna local la introducción del Clarias gariepinus (24). La propuesta realizada en 1990 por los biólogos Armando Pérez y Armado Duarte (25) todavía parece factible, incluso para su ejecución en pequeña y mediana escala, al estilo de los programas de acuicultura familiar que hace unos años se promovieron en el país. La biajaca se reproduce incluso en pequeños estaques de mampostería y abrevaderos de vacunos, señalan los autores.

El sistema propuesto por Pérez y Duarte se basa en el cultivo conjunto de biajacas criollas con tilapias, mediante la reproducción de las primeras en un estanque de apareamiento, y la introducción de los alevines en embalses donde se crían ya las tilapias. A estas alturas, tal enfoque debería reevaluarse, pues probablemente resulte más racional buscar pequeños embalses donde no se lleve a cabo actividad acuícola alguna y se dediquen especialmente a fomentar la biajaca criolla, con la menor competencia posible, a fin de darles crecimiento y generar futuros reproductores para enriquecer los acuatorios fluviales del país.

La biajaca alcanza en dos años una talla de 26 a 27 centímetros, con pesos correspondientes entre 400 y 600 gramos. Respecto a la alimentación, señalan los autores que se basa en invertebrados asociados al fondo del acuatorio o a la vegetación, detritos y plantas acuáticas. De adultos serán consumidores, por supuesto, de peces pequeños y camarones. Probablemente el tema de la dieta para el cultivo de la biajaca aun requiera algunas precisiones experimentales, pero incluso una fuente tan temprana como Vilaró apoyaba en su época la cría artificial de esta especie.

Los investigadores del Instituto de Ecología y Sistemática recomendaban ensayar su propuesta en micropresas ricas en fitoplancton, zooplancton, bentos y perifiton, con algunas zonas abundantes en plantas acuáticas sumergidas y poca población de depredadores. Habría que formar un banco de reproductores, partiendo de una población existente con buenas características, con longitudes no inferiores a 23 centímetros. Estos se colocarían en estanques techados de 3 x 9 x 0.7 metros de diámetro, con refugios formados por dos bloques de construcción ubicados a tres metros de intervalo entre unos y otros.

La formación de las parejas comenzará en febrero, cuando la temperatura del agua ascienda hasta 23 grados centígrados. Una vez formada la pareja, ésta se debe aislar en un compartimiento aparte, que puede tener las dimensiones de 0.8 x 0.4 x 0.5 m, con un refugio oscuro, preferiblemente rodeado de plantas acuáticas, en cuyo fondo deben colocarse algunas tejas de barro sobre las cuales la pareja fijará los huevos. Ocurrido el desove, puede permitirse que los padres cuiden la descendencia como en el medio natural –lo cual conlleva riesgos para la cría, si son padres irritables y agresivos-, o sacar las tejas impregnadas en huevos y colocarlas en una incubadora apropiada.

Inmediatamente que las larvas comienzan a nadar, se recomienda el traslado a un estanque de tierra fertilizado con hierba para favorecer el desarrollo de ilusorios y rotíferos para la alimentación de las larvas. A las cuatro o cinco semanas los juveniles pueden alcanzar unos 3 centímetros de largo total y estarán listos para la vida libre. Deben introducirse en áreas bien pobladas de vegetación en los embalses que hayan sido dispuestos para su crecimiento final, en densidades de 1 000 individuos por hectárea, señalan los autores.

Por su belleza y su vivacidad, además de lo interesante de su ciclo de vida, la biajaca criolla ha cautivado también a los acuaristas, lo cual constituye otra oportunidad para contribuir a la conservación de esta especie, mediante su aprovechamiento sustentable. Como antecedente, podemos mencionar que a finales de 2008 el sitio argentino en internet, Deremate.com, mostraba en subasta un ejemplar de la especie que era ofrecido por un vendedor de la ciudad de Buenos Aires. Y en Cuba, por supuesto, se hallan bien representada la especie en el Acuario de La Habana Vieja (acuavieja@cultural.ohch.cu).

El boletín digital El Acuarista Cubano (26) publicó en 2005, un artículo en el que se dan las principales normas para la cría del cíclido cubano en peceras. Estas deben tener una capacidad de 300 litros en adelante, decoradas a base de rocas y troncos y moderadamente plantados. Se le alimenta con “escamas, sticks y pellets de todo tipo, además de comida viva o congelada y papillas caseras”. Debe adicionarse algún aporte vegetal y tres o cuatro veces al mes proporcionarle alimento vivo: guajacones, camaroncitos, lombrices, insectos.

Epílogo
Es dudoso que acerca de la endémica Biajaca criolla de nuestras aguas se haya dicho la última palabra. Tanta incertidumbre en asignarle un nombre científico a lo largo de casi dos siglos llama poderosamente la atención. Tantas diversas descripciones del patrón de coloración indica sobre todo que está haciendo falta una mirada más atenta hacia este pez cuya talla pequeña y su pasada abundancia nos hizo considerarle con el despego de lo común, entendiendo el término como de poco valor, lo cual sería un error enorme en cuestiones de la naturaleza.

Después de las descripciones de Poey y Vilaró, es muy probable que lo más interesante desde el punto de vista investigativo, respecto de C. tetracanthus –o Nandopsis tetracanthus-, podría hallarse en la tesis de Zoila Hidalgo, Estudio biológico y taxon6mico de la biajaca Cich1asoma tetracanthus, un texto de 104 páginas para la obtención del grado de doctora en Ciencias Naturales en la Universidad de La Habana el año de 1940 (27). Por otra parte, el hecho de que la Ictiología Cubana de Poey haya podido finalmente ser publicada hace apenas una década, gracias al empeño del Dr. Darío Guitart, abre la posibilidad de contar con el privilegiado punto de partida que ofrece esta fuente.

En uno de los estudios del modesto y profundo Vergara tres palabras se niegan a ser pasadas por alto: diferencias individuales intrapoblacionales (28). Explica que es lo que “permite una mayor amplitud de los respectivos nichos ecológicos y debe considerarse como una medida de adaptabilidad a las condiciones de vida en ambiente de clima impredecible”. ¿Será esta la clave de que alguno considere que existe más de una especie de biajaca criolla? Con el mayor respeto: aun quedan biajacas criollas en los arroyos, embalses y charcas cubanas. Una mirada cercana y actual a la biología y circunstancias ecológicas en que se desarrolla esta hermoso cíclido es posible.

Es ciertamente dura la vida de la biajaca. Después de evolucionar sirviendo de alimento al viejísimo manjuarí, tiene que mantenerse alerta frente a nuevos depredadores como la trucha, que en Cuba se ha reportado de hasta 18 libras y probablemente las haya mayores, o las santificadas y aun mayores clarias, o precaverse de los antojos de sus “primas” las tilapias, que engordan hasta 8 libras y usan las mismas áreas de desove. Y con todo lidiará el pez, defendiendo la cría contra pequeñajos voraces y acechantes, comiendo lo que haya con el más alegre apetito y, si el estanque se seca, resisten la asfixia enterrándose en el fango hasta que llueva. Esas sí son cubanas.


NOTAS:
24- García Fernández, Hugo y Amaury E. del Valle, Op. Cit.

25- Pérez Martínez, Armando de la C. y Roberto G. Duarte Escobar, Op. Cit.

26-El Acuarista Cubano, BOLETIN No. 005-11/2005. Descargado de Internet en formato pdf.

27- Registrada con el número 733 en la Bibliografía de los recursos marinos y fluviátiles de Cuba, de Alfredo de la Cruz, Biblioteca Nacional “José Martí”, La Habana, 1968. Los trabajos de Howell y Rivas, a los que nos hemos referido en este artículo, son inmediatamente posteriores a esta tesis, que no hemos podido localizar.

28-Vergara, Ricardo: Principales características de la ictiofauna dulceacuícola cubana. Información adicional I. Editorial Academia, La Habana, 1992, página 21.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por este articulo. Yo vivo en Brasil, soy cubano. Siempre tube peces en Cuba y aqui en Brasil me entere yo que existia un tal Ciclido Cubano que se mantenia en peceras. Rapidamente fui a buscar e investigar y resulto que eran biajacas. Hoy mantendo 8 de ellas junto a otros ciclidos.